Entrevista con Agustín Fernández Paz, por Red Literaria

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En una época en que la literatura que ha comercializado de la manera más atroz –y con esto, queremos decir que las mismas editoriales han creado un sistema de marketing con «estrellas» de la peor calaña, con poco o ningún valor literario (léanse nombres como Lucía Etxebarría o Zoé Valdés, por citar sólo dos)–, tropezar con una novela de este autor español, poco conocido en América Latina, es hallar la proverbial aguja en el pajar o quizás, para emplear un símil más acorde con su literatura, el tesoro perdido de los nibelungos. 
La narrativa de este autor gallego es una rara avis de nuestros días; su prosa, mágica; sus ambientes, llenos de suspenso e intriga; y un uso muy original de la fantasía. Uno de los mejores ejemplos de su narrativa es, sin duda, Aire negro, un thriller clasificado como juvenil, capaz de ponerle los pelos de punta al más veterano lector del género. 
La historia comienza en una clínica, donde un psiquiatra trata de averiguar por qué una joven graduada de Periodismo y Sociología no hace más que escribir su nombre una y otra vez… Mezclando el tenebroso y poco conocido mundo mágico gallego con un ambiente muy contemporáneo, la novela atrapa al lector desde sus primeras páginas. 
Pedimos al autor que conversara un poco de su obra con nosotros, a través del correo electrónico. 

 

Red Literaria:  ¿Cómo concibió una novela como Aire negro? ¿Cuál fue el detonante para la historia? 
Como me ocurre casi siempre, no hay un detonante único; lo que hay es un conjunto de obsesiones larvadas, que acaban cristalizando en un texto, en un proceso de acumulación un tanto irracional. Yo deseaba abordar la oposición entre los viejos mitos (que siguen a nuestro lado, más vivos de lo que pueda parecer) y el mundo racional que, en apariencia, parece guiar nuestros actos. Por eso no es de extrañar que en el libro tengan tanta presencia las teorías de Carl Gustav Jung, tan sugestivas para cualquier novelista.
Pero también me apetecía contar una historia que abordase la complejidad de la vida, de cualquier vida, con esa inevitable dosis de azar que hay en toda biografía. Y, claro, todo esto quería plasmarlo en una novela del género de misterio, o de miedo, como homenaje particular a algunas obras que aprecio de forma especial (y cito deliberadamente Otra vuelta de tuerca, de Henry James, y El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, dos libros muy presentes en el andamiaje de Aire negro).

RL:. El libro fue publicado en una colección que, según entendemos, está dedicada a adultos jóvenes. ¿No resulta un poco «tétrica» la atmósfera de la novela o ha cambiado el concepto de lo que significa literatura juvenil? 

Si en alguna pregunta me gustaría ser preciso, sería en ésta, pues es uno de mis caballos de batalla desde hace bastantes años. Es obvio que Aire negro y otros libros míos podrían tener cabida en cualquier colección dirigida al público adulto. Sin embargo, de forma deliberada, yo elijo publicarlas en colecciones que tienen como destinatario principal el lector juvenil, aunque sean muchos los adultos que también me leen.
Lo que ocurre (quizá porque doy clase de literatura a adolescentes y, contra todos los tópicos, compruebo lo que son capaces de leer sin ningún problema, desde Un mundo feliz de Huxley hasta el Drácula de Bram Stoker, pasando por La metamorfosis de Kafka o Bajo las ruedas de Hesse) es que la idea que yo tengo de la literatura juvenil no coincide con los estereotipos aceptados por la mayoría de la gente. Jostein Gaarder declaraba, hace ya algún tiempo, que él estaba empeñado en una lucha explícita por conseguir un status digno para la literatura juvenil. Gaarder no lo sabe, claro, porque Noruega y Galicia pueden estar muy distantes, pero yo llevo ya muchos años embarcado en una aventura semejante.
Aire negro le gusta a los lectores adultos. Pero, por las cartas recibidas y por el premio que le han otorgado los lectores jóvenes, sé que también le ha gustado, y mucho, a ese público juvenil.

RL: ¿Trabaja a menudo con leyendas o mitología gallegas? ¿Trabaja con ciertos temas más que con otros o no tiene gustos específicos? 
Aunque en el libro se da a entender que la de la Gran Bestia es una leyenda gallega, lo cierto es que no es así (existe la figura mítica de la Gran Bestia, pero más bien tiene un carácter benéfico: nada que ver con el diablo). Es un juego mío, creo la leyenda como si fuese real, aprovechándome de que la dualidad humana es un mito universal, no hay más que leer a Jung. Aunque literariamente el mérito le corresponda a Stevenson, con su Doctor Jekyll y Mister Hyde, la idea de nuestro lado oscuro tiene raíces muy hondas.
En cuanto a temas, la verdad es que he tocado muchos diferentes, desde la novela de anticipación (El centro del laberinto) hasta la novela de terror (Cartas de invierno), pasando por otros como el humor (Cuentos por palabras, Amor de los quince años, Marilyn). En realidad, lo que más me gusta es tratar la idea de la irrupción de algún elemento fantástico en la vida cotidiana. Creo que, de algún modo, esto me permite hablar con mayor libertad del mundo real, sin tener que sentirme limitado por un realismo estricto, que podríamos cuestionar desde muchos puntos de vista. De todos modos, aunque sean elementos fantásticos, siempre procuro tratarlos con procedimientos narrativos realistas, una técnica en la que Kafka es el maestro absoluto.

RL: ¿Cuáles son los principales escenarios donde se desarrollan sus novelas? 
Elijo siempre escenarios que conozco bien, posiblemente porque me gusta dar un aire de realidad que sólo puedes conseguir si conoces a la perfección los lugares en los que sitúas la acción. Por otra parte, esto también responde al hecho de que, en una novela, todos los lugares son universales, si el autor sabe hacer que lo parezcan. ¿Qué es Macondo, sino una pequeña aldea de Colombia? ¿Y qué son los lugares donde los personajes de Faulkner viven sus tragedias, sino lugares perdidos de Yoknapatawpha, ese condado del sur que él inventó? Aire negro pasa en una aldea de la Terra Chá («tierra llana») gallega, mi comarca natal, pero eso no les impide a otros lectores gozar de mi libro. Y mi última novela, Noche de voraces sombras, ocurre en la Galicia de la guerra civil, pero podría suceder en Bosnia, en el Chile de Pinochet o en la Argentina de Videla. Una historia sólo puede aspirar a tener alcance universal si está encarnada en una realidad concreta. La dificultad, claro, está en conseguir universalizar esa realidad, pero ésa es la tarea de todo escritor.

RL: ¿Existen otros escritores en España que trabajen esa línea de mezclar el thriller con lo fantástico-folclórico? 
Si existen, yo no los conozco, excepto algunas excepciones. Me viene ahora a la memoria Trece campanadas, de Suso de Toro, una novela magnífica, ambientada en Santiago de Compostela, que acaba de ser llevada al cine. Y, también, algunos textos de José María Merino.

 RL: De todos los libros que ha escrito, ¿cuáles son sus tres preferidos y por qué? 
No es fácil contestar a una pregunta así, sobre todo cuando, como es mi caso, ya he publicado un buen número de títulos. Pero, además de Aire negro, de la que estoy muy satisfecho, citaría El centro del laberinto, Cartas de invierno Noche de voraces sombras.
El centro del laberinto es una novela de anticipación, ocurre en la Europa del año 2054. Formalmente, también podríamos considerarla un thriller, escrito desde una oposición al pensamiento único y a la globalización neoliberal. Fue el libro de mis 50 años, una novela en la que me impliqué hasta lo más hondo: sentía que debía escribir un libro así.
Cartas de invierno es un libro muy diferente, un homenaje deliberado a Howard Phillips Lovecraft, un autor que me fascinó en los años setenta. Lo pasé muy bien escribiendo una novela de terror un tanto peculiar, fue como un ejercicio de estilo particularmente afortunado.
Noche de voraces sombras es una novela donde traté de contar el inmenso drama humano que significó la guerra civil española. Tiene una componente fantástica, que es lo que la puede hacer original respecto a otras que tratan el mismo tema. Desde el punto de vista literario, quizá sea mi mejor libro.

 RL: Cuando escribe, ¿tiene presente la edad del lector al que dirige su obra? 
En cierto modo, sí; aunque, como ya he dicho antes, tengo muy claro que un libro, incluso si es para lectores más jóvenes, tiene que interesarle también a los adultos. Si no, es que falla algo esencial.

 RL: Si algún lector le pidiera que le recomendara algunos thrillers de autores contemporáneos, digamos uno anglosajón u uno hispanoamericano, excluyéndolo a usted, ¿qué obras o autores recomendaría? 
Pues esto sí que es un compromiso, y no por falta de nombres. Quizá tendríamos que comenzar por ponernos de acuerdo sobre los límites del thriller, pues la respuesta varía según consideremos unos u otros límites. ¿O acaso no es un thriller La sombra sobre Insmouth, el estremecedor relato de Lovecraft? ¿Y dónde situamos El Proceso de Kafka, o Crimen y castigo de Dostoievski?
Pero, dejando en el aire esta cuestión y tratando de centrarme en lo que se me pregunta, elegiría una autora, Patricia Highsmith, que me parece extraordinaria, y una novela, Luna caliente, de Mempo Giardinelli, que me impresionó mucho cuando la leí por primera vez, hace ya bastantes años.

Entrevista realizada por © Red Literaria, Septiembre 2003.