Leer para transformar el mundo

Discurso pronunciado por Agustín Fernández Paz, el día 29 de noviembre de 2011, en Guadalajara (México) con motivo de la entrega del Premio Iberoamericano SM

Buenas tardes, amigas y amigos, cómplices del entusiasmo por los libros y la lectura, habitantes de la República dos Sonhos, que diría Nélida Piñón.

Qué difícil es encontrar palabras que no suenen tópicas en un momento como este. Pero no sé decirlo de otro modo: me emociona verme aquí, en esta Feria Internacional del Libro, donde el entusiasmo late con tanta energía que se diría capaz de cambiar el mundo. Y que la celebración de este acto sea para entregarme el Premio Iberoamericano SM, me parece un sueño. Una locura maravillosa, que me ha traído desde Galicia, el Finisterre europeo, hasta México, hasta esta evocadora Guadalajara, tan próxima a la mítica Comala a la que tantas veces he viajado a través de las palabras de Juan Rulfo.

Antes de nada, debo dar las gracias.

Gracias a María Jesús Gil, por todo lo que ha dicho sobre mí y sobre los libros que he escrito en todos estos años. Son palabras cargadas de afecto y amistad, que agradeceré siempre.

Gracias al jurado que decidió premiar mi trabajo como escritor; es una honra figurar junto a las personas premiadas desde el 2005, desde Juan Farias a Laura Devetach, todas ellas ejemplos de vida y de altura literaria.

Mi agradecimiento también a las instituciones que hacen posible la existencia de este Premio Iberoamericano: CERLALC, Fundación SM, IBBY, OEI y OREALC-UNESCO. Y para el equipo organizador de la FIL que hoy nos acoge en este salón Juan José Arreola, a quien descubrí en los años setenta en Barcelona y que nunca he dejado de admirar. Y para Rosalía y las demás personas de la Fundación, que se han desvivido para que yo pudiera estar hoy aquí.

Y, cómo no, gracias a todas las personas que me han hecho como soy. A mi padre, que me contagió su pasión por la lectura, y a mi madre, que recuerdo aquí a través de los versos robados a mi admirado José Ángel Valente: cuanto hay de amor en nuestras manos nace / del amor que nos diste.

A mi esposa Inma, la mujer de mi vida, y a mi hija Mariña, que me acompaña en este momento feliz. Y a todos los que me ayudaron a mejorar como persona y como escritor (y en la sala están dos nombres esenciales en mi biografía literaria, Mª Jesús Gil y Manuel Bragado).
Y gracias a México, por acogernos hoy y por acoger –hace 72 años– con tanta generosidad a los exiliados españoles. Nombres fundamentales para mi generación, desde Luis Buñuel a León Felipe, desde Max Aub a Luis Cernuda, encontraron aquí el ámbito propicio para desarrollar su arte. Y, como gallego, no puedo olvidar que fue en México donde se publicó la revista Vieiros, en los años cincuenta, de la mano de exiliados como Carlos Velo y Luis Soto. El primer periódico digital en gallego, creado en 1996, se llamó también «Vieiros», en homenaje a esta revista de los gallegos de México.

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